Kate. Siempre Kate. La Moss, o como prefiráis llamarla, pero ella, siempre ella. Mirada felina y sonrisa traviesa que marcan el ritmo de la moda con la precisión de un metrónomo, al son de la música que ella quiere tocar. Una mujer decidida enfundada en pantalones de pitillo, chaleco, sombrero o lo que quiera que se quiera poner, con paso firme que suena al London Calling de los Class, a las telecaster de Franz Ferdinand y, como no, al Belle et la Bete de los Babyshambles.
Kate es un icono, una musa para tantos y tantos, y me es realmente difícil el explicar por qué, a pesar de estar absolutamente convencido de ello y de encontrarme bajo el embrujo de la Moss. Es tan complicado como clasificarla dentro de un arquetipo de modelo. Ella no pertenece a las grandes divas, las míticas tops que deslumbraron en los 90 formando un grupo selecto de elegidas con mucho glamour y poca naturalidad, no es tan clasicamente bella, ni tan alta ni tan exuberante, no lo necesita. No es la modelo androgina de hoy en día, no es la extremista y excesiva Agyness Dean, ni mucho menos una de las miles de modelos impersonales y vacías que pueblan las pasarelas, es como el misterios cuadro de pequeño tamaño que no puedes dejar de mirar, ignorando las inmensas y perfectas obras de arte que le rodean. No intentes etiquetarla, no podrás, por que ella ordena y manda, por que ella no va a la moda, ella ES la moda, con mayúsculas. Ella es el viento, el resto, simples veletas.

Su atractivo va más allá de sus bellos ojos. Tal vez sea esa exultante rebeldía que irradia en cada aparición, ese caos que parece tocar a todo lo que le rodea, pero sin llegar a mancharle demasiado, o tal vez sea esa aplastante personalidad que parece decir a gritos ¡soy la Moss, miradme!, y que consigue que la suya sea una carrera de acción y reacción, si la golpean, ella se levanta con la misma fuerza, si no con más. Es todo ese conjunto de detalles que la hace tan diferente, esa extraña cualidad que consigue que más allá de tropiezos y escándalos todos la adoren y la mimen, como al genio que se le pasa por encima su toque de extravagancia por que sólo él puede hacer lo que hace.
Kate es "la modelo", el mayor y mejor exponente de lo que ello significa y abarca, por que ella no trabaja de modelo, ella lo es, de los pies a la cabeza y desde que se levanta hasta que se acuesta. Cuando hace una anuncio, cuando hace un posado o cuando sale a la calle ella es el escaparate. Un escaparate no solo de ropa, si no de actitud, de forma de ser y de vivir, ni buena ni mala, pero suya. Es un anuncio permanente, una marca se podría decir, cuya influencia dentro del gremio solo se puede comparar a lo que significa coca cola en el suyo. ¿Es todo producto de su innato encanto y su gusto visionario o, como en cualquier empresa que se precie, existen manos consejeras que le dicen que hacer, decir y ponerse en cada ocasión? Yo personalmente no puedo pensar que una personalidad tan fuerte sea controlada de esa manera, claro que le dicen que se tiene que poner para un photoshoot de una marca, pero el día a día es otro cantar. A decir verdad, me da igual, por que cualquiera puede hacer algo así y sólo es ella la que triunfa, y eso quiere decir algo. El "aura" no se crea en un despacho de marketing, se tiene o no se tiene.

Sólo es ella la que, portada tras portada, tiene el mágico poder de convertir cualquier cosa en un objeto de deseo para las masas consumistas, deseosas de parecerse un poco más a la rebelde e incombustible Moss. Y parece que siempre será así, pasaran modas y tendencias, vendrán y se irán las incontables "nueva Claudia" y "nueva Naomi", las "it girl" del momento y las voluptuosas tops, pero, hasta que ella decida, será la Moss la que ocupe las portadas y diga cuando empieza y acaba "el momento de....". La inglesa más famosa que la mismísima reina, el coqueto mini classic de las modelos, una mujer a la que, te guste o no, no le podrás negar jamás, en un mundo tan competitivo y voraz, el innegable merito de destacar. Yo simplemente diré: God save the Queen!